Cada tanto suelo googlearme. Sólo para chequear, vió?. Esto de tener una identidad digital me divierte y me agobia a la vez.

Confieso que mi aterrizaje al mundo virtual tuvo más que ver con la profunda necesidad de escaparme del micro mundo -pequeño, pequeño- de algunas realidades, que en el interés profesional. Sin embargo, de a poco la red fue absorviéndome –no es posible bucear sin sumergirse-  hasta ocuparme tiempo completo. Se transformó en una forma de vida. En una forma de pensar. En una forma de Ser.

Y hoy, googlearme es como hacer una especie de etnografía personal. Como un testigo inapelable, la red refleja cada paso que dimos en ella,  huellas de nuestro “ser en bits” que nos recuerdan no sólo lo que hemos dicho y hecho, sino también lo que otros dicen/dijeron de nosotros.

Miramos y somos vistos. Pensamos y somos pensados… Y “record”-ados: Mercado Libre sabe mejor que yo las cosas que he comprado, mi Gmail me marca qué mensajes son de lectura “prioritaria” , las alertas de google me avisan cuando alguien postea mi nombre, Facebook me notifica si me han etiquetado… Y yo que siempre odié eso de las “etiquetas”! Qué inocencia la mía!

El caos? O una nueva forma de entender y ordenar las cosas?  En la red nada se pierde y todo puede transformarse, duplicarse, reexplicarse. Reinventarse. Y de eso se trata justamente: del cambio permanente, del equilibrio en movimiento, de entender que todo lo que no fluye queda obsoleto y aquello que no crece = cambia, está muriendo.