Se dice que Internet ‘es’. Es algo sobre el que se construyen cosas, diarios, comercios, portales educativos, sitios del gobierno. Allí se vive, se trabaja, se educa, se compra y vende. Tiene una naturaleza propia, y nació libre de toda regulación. Allí nadie sabe que somos un perro.Se dice que Internet es ‘intrínsecamente’ democrática. Con ella (o en ella) todo lo podremos. Todo es cierto por el hecho de estar en un sitio en la red. Cara visible de lo moderno, garantía de veracidad, transparencia, autenticidad. ‘Lo pueden ver en Internet’, repiten muy seguros de si mismos políticos, funcionarios públicos y empresarios. Se dice que nos enfrentamos a una revolución del ‘control’. Tendencias como la personalización, la descentralización, y el desintermediación nos permitirán controlar noticias y entretenimientos, la forma de aprender y trabajar, con quienes nos relacionamos, la forma de distribuir los bienes y de alcanzar los resultados políticos deseados. Las jerarquías desaparecen. El poder regresa a los usuarios finales. En poco tiempo la revolución del control iluminará a los individuos y fortalecerá la democracia.Por el contrario, estas afirmaciones constituyen un mito. Nada en Internet fue librado al azar. Internet no tiene ‘una’ naturaleza, sino diversas y distintas naturalezas. Internet no ‘es’, sino que ‘se hace’. Internet no es insegura; sólo sucede que originalmente no fue diseñada para lo que hoy se le exige. Internet no es más que pura regulación. Y, frente a lo que muchos políticos, funcionarios y empresarios afirman, la presencia en Internet no es garantía de veracidad ni de transparencia. Gobiernos eficaces, eficientes y transparentes no se obtienen por estar en Internet. La tecnología ayuda, pero viene al final. Los procesos deben ser rediseñados especialmente para ello, y la transparencia depende de la voluntad política. Sin esto, solo informatizaremos la ineficiencia y la corrupción.El contacto cara a cara con amigos, vecinos, libros, profesores, compañeros de trabajo y conciudadanos contribuyen a nuestra formación como personas. La tecnología no nos debe alejar de ello. Pero nada nos aporta el cara a cara y las horas de cola que los gobiernos nos obligan a realizar frente a mostradores, oficinas, hospitales y juzgados. Mucho menos aporta un sistema educativo que no contempla la posibilidad de utilizar la tecnología para terminar el colegio secundario, salvo que uno tenga más de 18 años. La libertad inmaculada no existe en Internet. Solo existe lo que algunos (o muchos) quieren que exista. China es un ejemplo de control absoluto sobre lo que se ofrece y se puede ver. A nuestro lado, mientras nuestros hijos chatean y tratan de bucear en solitario y sin orientación sitios para hacer la tarea escolar, aparecen avisos publicitarios y páginas pornográficas. No los veo interactuando con portales educativos. Pero recurrentemente aparece el sitio ‘rincondelvago.com‘. El nombre lo dice todo. Concluyo que Internet no es democrática per se. El impacto social y político de esta tecnología depende enteramente de cómo la diseñemos, y cómo la utilicemos. Estamos en medio de una revolución tecnológica que tiene mucho de bueno, pero que requiere de actores que participen de su diseño y construcción, y no solo de meros espectadores. Poco estamos haciendo los argentinos para su diseño. Los gobiernos tienen un rol fundamental en este proceso, sin embargo no existe una política digital integral a nivel nacional, y muy pocas a nivel provincial o local. Gobierno electrónico, inclusión digital y el desarrollo de una economía basada en el conocimiento deberían ser los ejes de estas políticas, sustentadas en un marco legal coherente y una adecuada infraestructura.En cuanto a su utilización, debemos actuar con cautela. La prensa generalmente utiliza términos épicos o exagerados. Grandes hazañas (la herramienta más importante desde la invención de la imprenta) o gran histeria (ciberpornografía, ciberterroristas). Aunque pueda alterar nuestras vidas, la red no conducirá a la salvación ni a la condena de la raza humana. La libertad sin obligaciones no es libertad, o por lo menos no es una libertad democrática. Debemos vigilar la protección de nuestro derecho a la libertad de expresión, a la privacidad y la protección como consumidores. Pero estamos equivocados si creemos que ello dependerá solamente de la lucha contra la regulación estatal. Dependerá también de la conducta individual y colectiva de los ciudadanos. La libertad de expresión y la democracia en general pueden prosperar en la era del Internet. Pero ello será así únicamente si cada uno de nosotros realiza los sacrificios necesarios. Si tenemos éxito, podemos entonces contestar a la pregunta ‘¿Es democrática Internet?’, diciendo: ‘Sí, pero solamente porque la hicimos de esa manera’.

Mauricio Devoto (), publicado en El Cronista